Solemos observar como las parejas que vienen a terapia tienen la curiosa costumbre de sentarse en el mismo lugar, semana tras semana.
Nosotros también tenemos la costumbre de sorprenderlos un buen día y proponerles que cambien de sitio.
Este movimiento aparentemente irrelevante nos permite mostrarles y que comprendan ciertas cuestiones que si son relevantes en la pareja como: lo fácilmente que nos acomodamos, que repetimos comportamientos sin darnos cuenta, las resistencias que tenemos a los cambios, la inseguridad que nos generan, etc…
La terapia de pareja conlleva, entre otras muchas cuestiones, identificar y cambiar ciertas actitudes y comportamientos que repetimos sin darnos cuenta y que nos cuesta cambiar.
A veces estos cambios son como cambiarse de asiento, sin embargo, otros son como dar un “salto al vacío”.
Estos últimos requieren dar lo mejor de nosotros mismos: decir lo nunca dicho, afrontar nuestros miedos mas profundos y ocultos, dejar de huir, negar o culpar, soltar las corazas y mostrar nuestra vulnerabilidad, etc…
En Dúo hemos facilitado y presenciado muchos “cambios de asiento” y algunos menos “saltos al vacío” y los beneficios que, unos y otros, proporcionan a la pareja.
Hace unos días, tuvimos el privilegio de presenciar una vez más uno de estos “saltos al vacío”: Un hombre sin su coraza, vulnerable, honesto, sintiendo y hablando con el corazón y una mujer presente, receptiva y compasiva escuchando con el corazón. Un momento inusual y único para ellos. Todos con lagrimas en los ojos, incluido el que escribe.