Cuando estamos en terapia de pareja es habitual pasar momentos de frustración cuando volvemos a repetir errores que ya considerábamos superados.
Precisamente, el error es presuponer que es así. Es decir, creer que, porque hemos identificado y comprendido creencias y patrones de comportamientos desconocidos para nosotros, estos ya no se volverán a repetir y nuestro trabajo personal terapéutico ha terminado para siempre.
Sin embargo, al igual que las tareas del hogar nunca terminan, las tareas de cuidado de nuestro “hogar interior” tampoco.
Entender este símil puede poner fin a esta frustración y convertir el trabajo terapéutico y sus devenires, en un estilo de vida del que podamos terminar disfrutando y sacar el máximo provecho.