Cuando un niño ha crecido en un entorno familiar donde sus necesidades de protección, cuidado, afecto y amor no han sido satisfechas, las vive como experiencias muy traumáticas que quedan impresas en su sistema nervioso. No debemos olvidar que estas necesidades no son caprichosas para él, todo lo contrario, son una cuestión de vida o muerte.
La casuística es muy amplia pero generalmente nos encontramos a padres que han estado presentes físicamente pero no emocionalmente y que han querido a sus hijos pero que no pudieron o no supieron cubrir estas necesidades básicas y esenciales.
El resultado son adultos “hambrientos de amor” (atención, cuidado, reconocimiento, cariño, etc…) con distintas estrategias de afrontamiento disfuncionales en el ámbito de la pareja.
Quienes optan por ocultar y negar este hecho se forman una “coraza emocional” para que no volver a sufrir por este motivo, pagando el precio de convertirse en personas insensibles y desapegadas. Esto termina destruyendo muchas relaciones p. ej. por falta de conexión e intimidad.
Otros optan por demandar y exigir este amor a su pareja y cuando no lo reciben como esperan, lo cual termina ocurriendo mas tarde o mas temprano, su dolor es doble: No reciben el cariño que necesitan en la actualidad y además se les despierta todo el dolor acumulado de las experiencias similares en su infancia. Esto también termina destruyendo muchas relaciones p. ej. por celos o dependencia insana.
No es fácil darse cuenta de ello y dejar de poner “parches” que no solucionan nada, nos hace mirar para otro lado y perpetúa el problema (adicciones, redes sociales, aficiones, trabajo, etc…).
La clave es hacerse consciente y responsable de todo lo anterior: reconocer esta herida emocional de la infancia y como nos está condicionando la vida en pareja, afrontar y sostener todo el cóctel de emociones que brotan de este reconocimiento y dar uno mismo a ese “niño interior” que habita en nuestro interior todo el amor que no tuvo.
Este es un trabajo personal que nadie puede hacer por nosotros. Nuestra pareja puede acompañarnos y apoyarnos, pero poco más. Por supuesto, es imprescindible dejar de culparla y de reclamarle que nos sacie esa “hambre insaciable de amor”.
Todo ello es un proceso bastante complejo y delicado, pero tienes la suerte de poder contar con la ayuda de DÚO.
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