Extracto del libro «Árboles y Faros: Diez destellos para vivir en pareja»
«Dos árboles que crecen juntos con profundas raíces y “entrelazadas copas”
La metáfora de los dos árboles te ha revelado su primer secreto para una relación de pareja feliz: Cada uno por separado se siente pleno, completo y autónomo. Cada uno tiene sus propias y profundas raíces que lo sostienen. Para ello es de gran ayuda realizar un adecuado trabajo de desarrollo y crecimiento personal.
Enredado entre las “entrelazadas copas” se encuentra el segundo de los secretos aún por revelar. Vayamos tras él.
Posiblemente te hayas preguntado, después de leer el primer y segundo capítulo de este libro: ¿Qué tipo de pareja es ésta donde lo primero es amarse a uno mismo y ser feliz independientemen¬te del otro? Esto posiblemente no te cuadrará con el tipo de pareja que te han “vendido” y te has creído, ni con el que sueles tener como referencia en tu entorno familiar y social.
Sin embargo, bajo mi punto de vista, estos son los pilares sobre los que se asienta una relación de pareja feliz. Pilares que no existen, o si existen son muy frágiles, en la mayoría de las parejas actuales. Parejas que viven en una continua inestabi¬lidad o que terminan derrumbándose.
Sobre estos dos fuertes pilares se puede construir una pareja feliz y construir una pareja feliz es compartir. Compartir es el segundo secreto que guardaba nuestra metáfora.
Compartir el amor y la felicidad que cada uno ya tiene en abundancia, sin necesidad ni pretender conseguirlo de nuestra pareja desde la carencia o la dependencia.
Precisamente, el proceso es a la inversa. Porque das tu amor y porque compartes tu felicidad con el otro, recibes su amor y su felicidad. Recuerda la sabiduría de las paradojas de la que te hablaba en el capítulo primero: “Cuando das, recibes”.
Decides libremente compartir tu vida: tu pasado, presente y futuro. Aprendes a aceptar el pasado de la otra (p.ej. celos retrospectivos), a superar los grandes retos de la convivencia (la monotonía y el aburrimiento) y a crear proyectos comunes que la impulsen y nutran. Tener proyectos comunes es esencial en cualquier relación de pareja. Compartir caricias, abrazos, sexo, crianza de hijos, éxitos, fracasos, miedos, sueños, incertidum¬bres, alegrías, nacimientos, muertes, bienes materiales, dones personales, amigos, aventuras, viajes, etc… Vuelves a encontrarte con otra lista interminable, pero es que te estoy hablando de la vida. Y la vida, es mucha vida.
Compartir supone crear un necesario e im¬prescindible espacio común entre el “YO” y el “TÚ” que podríamos llamar un “NOSOTROS”. Eso sí, aun¬que lo denomine así, hay que tener claro que no tiene la misma entidad y que no es un ser “vivo”, como el YO y TÚ. Te hablo de un espacio común que se crea entre dos personas. Es responsabilidad de ambas cuidarlo y cultivarlo.
Compartir de este modo crea un terreno fértil sobre el que florece el verdadero amor.»