Con este arriesgado título y sin ánimo de herir sensibilidades, pues somos muy conscientes de lo delicado del tema, queremos destacar que cuando afrontamos una crisis de pareja podemos hacerlo de distintos puntos de vista.
En la mayoría de los casos ponemos el énfasis en señalar los errores y equivocaciones del otro, culpabilizándolo y victimizándonos de lo ocurrido.
Otra posibilidad es poner el énfasis en identificar en lo que nos hemos podido equivocar nosotros y en confiar en que el otro hará un tanto de lo mismo, para que cada uno obtenga sus propias comprensiones y aprendizajes, asuma las responsabilidades y las consecuencias de sus propios actos y tome las decisiones oportunas para, o bien, sanar las heridas y resolver los problemas de la relación, o bien, poner fin a la misma.
Si somos honestos con nosotros mismos, en muchas ocasiones podríamos identificar que en el fondo de una infidelidad esta una decisión precipitada o demasiada pospuesta en el tiempo por nuestra parte.
Tal vez elegimos de forma precipitada a la pareja inadecuada porque no queríamos quedarnos solos o porque necesitábamos urgentemente una persona que nos salvara de nuestros problemas e inseguridades.
O tal vez nuestra relación estaba en ese limbo de esas parejas no tan buenas para seguir en ellas, ni tan malas para dejarlas y, sin embargo, pasaban los años y no hacíamos nada para remediarlo. Este ambiente es el ideal para que, tarde o temprano, se produzca una infidelidad, como manera indirecta, desesperada y muy dolorosa de poner fin a esa relación o de señalar los problemas no resueltos que la aquejaban.
Lo anteriores ejemplos reflejan las complejidades que normalmente acompañan un proceso de infidelidad, mas allá de caer en la simpleza de buenos y malos.
Sabemos que no es fácil, pero si tu pareja te ha sido infiel, nuestro consejo es que, cuando quieras y puedas, no dejes de mirarte a ti también.