La terapia de pareja suele conllevar un proceso de transformación de la pareja y también un proceso de transformación personal.
En un caso y en otro la clave de estos procesos no está tanto en fomentar en consulta la capacidad de pensar sino en fomentar la capacidad de sentir.
La capacidad de estar conectados con nuestro sentir y de expresar los sentimientos suele estar muy mermada y muy desequilibrada en las parejas que vienen a terapia, si la comparamos con la capacidad de razonar, analizar, argumentar, contra argumentar o juzgar que tienen el uno y el otro.
Para compensar este desequilibrio transmitimos a nuestros clientes la siguiente regla de oro: “No se trata de pensar, se trata de sentir”. O dicho de otro modo “Si no se siente, no tiene sentido”.
Cuando sientes empatizas contigo mismo y con el otro, identificas y comprendes qué te pasa, qué le pasa y qué os está pasando como pareja. En definitiva, te hace más blandito, receptivo y sabio. A eso también se le llama madurez, algo imprescindible para la vida plena en pareja.